miércoles, febrero 21, 2007

Monólogo Urbano III

Yerber K.* o Realidad Onírica

Hace poco,tuve un sueño de lo más real e incoherente. Por tanto fascinante. Mi sueño se desarrollaba en una mezcla entre los años 70’s y 20’s. El lugar, es difícil decir, pero era un conjunto habitacional de proporciones infinitas. En esa especie de edificios en donde parece que habita toda una civilización completa. Recuerdo estar en mi departamento, el cual era la planta baja de un edificio de unos 12 pisos posiblemente. No era el departamento donde vivo en la “realidad”, era otro departamento. Nunca he estado ahí pero sabía que era mi departamento. Tal departamento era austero. Aunque tenía comedor, cocina, un baño, un estudio, una biblioteca, no había indicios de ningún lujo. Mi sueño comienza conmigo leyendo el periódico y tomando café en mi pequeña mesa junto a la cocina. El sol entraba ralo por una ventana redonda y enorme de vitrales multicolores. Subitamente una serie de sujetos, 3 hombres y una mujer irrumpen en mi departamento. Tales sujetos visten de negro y/o gris. Comienzan a tomar medidas y a hacer una serie de hoyos en mi departamento. No me extrañó lo que acontecía en el departamento. Sin embargo, sabía que tenía que preguntar todo el circo que sucedía en mi casa. Al preguntar al hombre, este me responde que mi casa ya no es mi casa. Pregunto por qué y me dice que no puede dar detalles y me entrega un comunicado burocrático en donde se me explica todo lo relacionado con mi caso. Este comunicado constaba alrededor de 3, 500 páginas y con letras ilegibles, en un idioma que era una mezcla de inglés, francés, alemán, griego y un poco de latín. Recuerdo que era latín porque estaba en cursivas. Finalmente la gente “termina” de hacer lo que hacía y se van por la puerta. Yo salgo un poco y puedo apreciar el interminable mundo de edificios llenos de apartamentos aparentemente habitados. Lo increíble es que no puedo ver ninguna persona en la calle. A mi derecha hay un pequeño patio. Un sube-y-baja y un volantín gigante en forma de esfera conformar el patio infantil. Lo miro y no logro ver a nadie. Volteo a la izquierda y veo a un sujeto acercarse en una bicicleta. El sujeto me entrega correspondencia y vuelve a desaparecer. Yo regreso a mi casa. Atravieso la sala, un pasillo, subo unas escaleras de madera en forma de caracol y llego a un pequeño estudio. Un escritorio desordenado, infinidad de libros en el piso y un caballete junto al escritorio es el escenario. Una luz ámbar invade mi estudio. Enfrente del escritorio una hermosa mujer parece esperarme. No me es extraño encontrarme a esta mujer, no siento ningún sobresalto por su presencia. Ella me dice que no había podido venir antes pero que si no era molestia podíamos empezar ahora. Soy pintor. Soy pintor de desnudos. Debo confesar que en mi “realidad” jamás he pintado al óleo o con acuarela, además, soy incapaz de dibujar algo coherente. Es decir, soy lo más anti-artístico. Sin embargo, en mi sueño comienzo a pintar a la mujer. La cual está desnuda. De pronto la mujer se acerca. Es rubia, ojos azules, no es alta ni baja, tampoco es delgada ni gorda, se me acerca y me confiesa su amor. Me besa y le respondo con el mismo amor. De pronto, escucho romperse mi enorme ventana redonda de la sala. Han llegado – le digo a mi amante . Me asomo por la escalera de caracol y veo tres hombres con sombrero y traje negro subiendo. Voy a mi escritorio y saco un revólver ( jamás he disparado un revólver en mi vida), respondo los disparos de mis enemigos. Soy efectivo, dos al pecho y uno en la cabeza. Volteo con mi amada y le digo que escape por la puerta de la azotea. Tomo algunos libros y cartas de mi estudio y trato de alcanzarla. No logro hacerlo del todo. Los hombres comienzan a levantarse. Pensaba haberlos matado. Descubro que son inmortales, no son humanos. Disparo unas cuantas veces y el revólver se vacía. Voy a la azotea, estoy en un veinteavo piso. Corro y salto para alcanzar el edificio de enfrente. El vértigo, la sensación de caída se apodera de mi. Escucho el viento rápidamente y siento el frío de una muerte inminente. La caída se hace eterna, nunca toco el suelo pero sé que sigo cayendo. Finalmente despierto. Estoy en mi cama. En mi departamento un tanto burgués. Veo el reloj, es hora de levantarse. Entro en la regadera y siento el agua tibia en mi rostro. Recuerdo mi sueño. No río ni me doy cuenta que todo fue una locura. Me siento triunfante y satisfecho por haber huido de la burocracia. Melancólico por el amor que nunca podré volver a ver.

*Nota.- Joseph K. es el personaje del Proceso de Kafka. El cual vive una realidad similar a mi "yo" de mi sueño.

Yerber

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