martes, octubre 31, 2006

Monólogo Urbano I


Exabrupto del odio dominical

Despierto. Me duele la cabeza. Tengo sed. Tengo hueva. Me duele el cuerpo. Me molesta el sol, la cama, el cuarto y mi existencia. Basta de pendejadas. Estoy crudo. Además es Domingo.

No me molesta mi cruda. Un domingo sin cruda es desperdiciar un sábado. Me molesta la presencia misma y necesaria de este día. Quisiera que no fuera hoy pero menos mañana, extraño el ayer.

Es increíble el odio que siento por el domingo. Me asomo por la ventana. El viento es fresco y suave. Es un día soleado. El tráfico carece del claxon semanal. La gente es mínima en la calle. Se observan familias y ya no personas aisladas. Esto es bello. Pero es Domingo.

El fin de semana es lo más añorado. El viernes es gloria por tener de vecino al sábado. El sábado es cielo, cúspide del weekend. El domingo es un purgatorio. Un purgatorio al infierno. Noble lector, no pretendo ser hereje. Simplemente es un exabrupto.

Esa pesadez. Lentitud. Angustia. Ansia. Eso es el día dominical. Es un día de descanso pero sin la posibilidad de ser libre. Porque el mañana es el inicio inevitable de la semana. Semana de tedio, aburrimiento, generalidad, obviedad, gris, determinada, áspera, predecible, eterna, continua, estática, monolítica, insensible, racional, y, pobre, ramplona, constante, cuadrada, sólida, lenta, insabora, incolora, inodora, inconforme.

Me harto de estar encerrado. Decido intentar disfrutar el día. Espero sea posible. Subo al auto me dirijo a desayunar. Pocos coches pero hay tráfico. Reflexiono. El citadino sale a pasear en coche, no tiene rumbo, dirección ni destino. Se sube al coche para pasear por la ciudad ¡Tremenda estupidez! El citadino no tiene prisa de llegar a ningún lado, por eso, no hay necesidad de ir rápido. El tráfico se vuelve lento y tedioso. Se asemeja al tráfico semanal, pero con una minoría extraordinaria de coches. Sin embargo. Hay tráfico. Me encabrono.

Regreso a mi departamento. Leo un poco. Me aburro. Escucho música. Me aburro. Veo la televisión. Me siento idiota.

La soledad del domingo es fuerte. No tengo novia, amante, o alguna fémina que quisiera acompañar mi soledad dominical. Marco a mis amigos. Nadie está. Ocupaciones familiares o con la novia. Pinche suerte. ¡Al fin¡ encuentro a uno de mis amigos en la misma situación ¿Qué podemos hacer? Las opciones son pocas. Además son aburridas. Ni siquiera uno puede embriagarse en domingo. No lo considero inmoral. No le encuentro sentido simplemente. Iremos al cine afirma mi amigo. Omito tal opción tan homosexual. No tengo nada contra los homosexuales. Pero…. No me gustan. Además me importa un bledo que me prejuicien de homofóbico. Puras pendejadas posmodernas del open minded.

El domingo está por finalizarse. Ahora lo odio más. El día de descanso está por terminarse. Vaya tragedia. El domingo es aburrido, tedioso y pesado. Sin embargo, nadie desea que acabe. Me causa una cierta repulsión.

Ya no estoy encabronado. Estoy emputado. O lo que es igual, estoy re-encabronado. Odio el domingo.

Yerber

viernes, octubre 27, 2006

Narraciones de la Mística Urbana IV


Hello Stranger



Estás frente a mí. Te he encontrado. Me has encontrado. Nos hemos enamorado.

Somos extraños. En medio de la casualidad hemos entrelazado nuestros destinos. El amor es caprichoso. No dudes, no pienses, Ama.


Ha estado lloviendo toda la tarde. No he salido de mi casa en todo el día. Ni siquiera me he movido de la cama. En realidad, no me importa. La lluvia ya no me deprime. Encuentro cierta melodía en aquella lluvia que por momentos parece eterna. Nada importa, sólo tú. Recostada en mí pecho. Abrazado a tu cuerpo. Siento ese aroma. Sigues dormida. Siento tu calor. Sigue dormida y no despiertes en mucho tiempo.

Siempre estuviste ahí. Cerca de mis pensamientos, de mis sueños y deseos. La cobardía era mi obstáculo. No mientas. Jamás me habías notado. Nada peor que la indiferencia. Prefiero el odio a la indiferencia.


Ayer la casualidad nos llevó a nuestros destinos. Nunca estuve en tus planes. Tu sí en los míos. En medio de fotografías, calle, gente, ahí estábamos. La plática resultaba deliciosa. Ya no recuerdo de qué hablábamos. Pero era deliciosa.


Te invité a mi casa. Sólo el deseo de continuar la plática era el motivo. El vino se había terminado y optamos por cerveza. En definitiva el líquido dorado era mejor que el seco transparente.

Hablamos, nos acercamos, nos besamos. Nos enamoramos. Ya no podía estar sin ti, imposible un mañana sin ti. Tenías que quedarte. Tampoco deseabas irte. La noche se deseaba infinita. El amanecer nos sorprendió. Fue bello. Pero el tiempo era nuestro enemigo. Te quería junto a mí, pero era consciente que cada segundo me acercaba al momento en que tuvieras que irte. Sentía placer, felicidad junto a ti, también angustia porque tendrías que dejarme en algún momento.


Disfrutamos de la melodía pluvial todo el día. Nos acariciamos, besamos y coincidimos en que estábamos enamorados. Ya no era libre, tampoco tú lo eras.


Ya no tenía miedo. Extrañamente sentía seguridad en ti. Extrañamente, me había enamorado. Al fin. Frágil y ardiente. Ninguna ilusión. Estabas en mis brazos. Te aferras a ellos. Ninguna extraña quimera. Tan real como cualquier sueño antes imaginado.

Sigues dormida. Tengo hambre, tengo sueño, siento frío. Suspiras. Nada hay por decir. Creo haberte encontrado. No te vayas. No me abandones. Jamás lo harás, yo lo sé.


viernes, octubre 20, 2006

Mística Urbana

mística,co.
1.(Del lat. mystĭca, t. f. de -cus, místico)
2. f. Experiencia de lo divino.
3. f. Expresión literaria de esta experiencia.
4. adj. Que incluye misterio o razón oculta.

urbano
, na.
1. (Del lat. urbānus).

2.
adj. Perteneciente o relativo a la ciudad.

Mística Urbana
Búsqueda de lo inexplicable en medio de lo urbano. Más allá del concreto, asfalto, tráfico, gente, fauna y tedio, existe un misticismo.

jueves, octubre 19, 2006

Narraciones de la Mística Urbana III


Roja Racionalidad

El viento es frío sin punzar la piel. Noche estática. Enorme luna tornasol. Nubes ralas en movimiento. Es Octubre.

Pocos meses dan la sensación de retorno. Diciembre da sensación de fin, así como su homólogo Enero la sensación de principio. Pero ninguno como Octubre. Reclama la sensación de eternidad, retorno, dialéctica perpetua y estática.

Días cortos, noches largas, nada mejor para amar a Octubre. Atrás quedan los días grises y deprimentes. La tarde y la noche se vuelven uno sólo cual eterno crepúsculo. Mariposas muertas dejan los árboles en las largas calles, convirtiéndose en dorados ríos. El sol deja su amarillo quemante abriéndose al cálido rojo. El tiempo se suspende en las noches y se abre el mundo a la fantasía. Reconozco mi debilidad. Soy hijo de Octubre.

Soy consciente de mi debilidad hacia lo sublime. Me confieso presa fácil de los sentimientos. Desearía ser parte del Arte. Sin embargo, no lo soy. Un buen amigo me confesaba: Lo importante de hacer poesía no es que sea buena, sino la posibilidad de deprimirse aún más. Así es con los que anhelamos tener ese talento estético, reservado para los participantes de la divinidad. Simplemente somos conscientes de la incapacidad, nuestra limitación mortal frente a la mística envolvente.

Regreso a mis pensamientos. Recuerdo estar solo. Presencio el Absoluto sin nadie a lado. Por hoy siento empatía con Hegel. Mañana entraré en razón. Seguiré solo.

El teléfono suena. Escucho su voz, no recuerdo su nombre. Quiere venir al departamento. Desea satisfacer sus deseos, no me siento halagado por su elección. Es insistente. Promete una botella de vino. Sabe mi debilidad por el tinto. Dulce violeta, suave aroma, audaz héroe de los deseos y fantasías escondidas tras la racionalidad.

Violet. La llamaré Violet. Está fuera de mi casa sin mi consentimiento. Introduce su hostil mirada en mis ojos. Pide permiso para pasar. Reconozco su belleza. Sin duda, la noche me ha embriagado. Antigua aliada, no sea esta noche el principio de una enemistad. Cedo a su petición.

Bellas esmeraldas se posan en mí ser. Me siento intimidado. Nervioso e inseguro. Su fino cuerpo hace desear tenerlo contra mí. La plática es buena por no ser de nada. Reímos sin compromiso. Sabemos el final. La intención es buscar su infinitud.

Nos miramos con falso amor. Nos mentimos en palabras y caricias. Simulamos algo pasado. Consentimos el presente. No vemos futuro. Creamos amor artificial. A ninguno nos molesta. La racionalidad se ha rendido frente a nuestros deseos.

Llevados por la noche. Guiados por nuestras pasiones. Desfogue del deseo nocturno.

Reconozco amor en tus besos, falso amor. Sin duda, sientes lo mismo. Tal droga endulza nuestros pecados. Nada hay tan vil como jugar con el amor. Arma vengativa, no jales mañana del gatillo. No habrá mañana después de hoy. Esta noche fue abismo temporal, fuera de la racionalidad cotidiana. Sigue mirando, no dejes de acariciar, piérdete en tus deseos, no pienses. Tampoco lo haré. Amor. Falso amor. Fantasía.

Todo es un engaño. Siempre hay verdad, aún en la falsedad. Toda Fantasía es en la realidad. La realidad es fantasía. Nos mentimos sin saber la verdad que arrastramos. Dentro de la racionalidad hay irracionalidad. Lógica simple. Silogismos necesarios. Razonamientos de ambigua sobriedad.

Nada importa. Sólo los tres. Tu cuello, mis labios y nuestro Falso Amor.

Cpt. Y. Sparrow

Narraciones de la Mística Urbana II


Dragón dialéctico

Despierto. Siento el calor quemante en mi cara. Es de día, ignoro la hora, dudo que me importe. La cabeza me recuerda una noche audaz e intensa. Cual flashes, imágenes aparecen como un intento de película inconexa, incoherente pero lógica.

Sigo en la cama. Percibo un aroma familiar aunque ajeno al ambiente. Tengo compañía en la cama. Ahora recuerdo. Julieta se había quedado, no sólo a dormir. Recordar como habíamos llegado hasta este punto era inútil, ya imaginaba lo sucedido. No había sido la primera vez, aunque desearía fuera la última. Exceso de alcohol, coincidencia de tiempo y espacio, recuerdos pasados, cenizas incandescentes. Trillada situación. Volteo hacia ella, pretendiendo cerciorarme de su presencia. Ya está despierta, por largo rato deduzco. Sus negros, grandes ojos están ahí, penetrando los míos buscando señales de arrepentimiento. Escondo mis sentimientos. Ella sabe que miento. No digo nada. – hola…- en tono dulce y frágil arroja sus primeras palabras del día a mi violentado ser. El cuerpo ajeno a mi ser me producen extrañamiento. Estoy frente a ella, estando sin ser. Tampoco yo me entiendo. – ¿cómo estás? – pregunta fácil y cotidiana. Respuesta enigmática y posiblemente errada que me llevará al caos. Con mí fingida frialdad sólo respondo – crudo... –. Es evidente que no era la respuesta esperada. Se levanta con un fingido deseo de agua. La veo levantarse y alejarse. En verdad es bella. Aquél cabello obscuro cual alas nocturnas envolventes de todos mis pensamientos. Te alejas por el pasillo y te observo. Sabes que lo hago. Por eso lo haces. Me pierdo en tu espalda. Mi mirada se posa en el dragón grabado, producto de tus locuras y tus fatuos intentos de rebeldía. A nadie engañas. Conozco aquella fragilidad, cristal fragmentado con anhelos cobrizos. Careces de fuego.

Examino la tinta. Tengo una revelación. En ese mítico dragón, enroscado, con aquel aliento de azufre. Comprendo todo. Aquella dialéctica del amor. Como el todo es la lucha entre sufrimiento y odio, generando amor. No soy pesimista, es mi revelación. Enigmática dialéctica. Ajena a tan terrenales experiencias. Lo siento niña mía, pertenecemos a esta lucha, pero el dragón sólo dejará cenizas. Es culpa mía. Lo sabes. No lo aceptas. Te culpas. No lo hagas. No hay justicia. No debe haberla.

Regresas con agua. No eres tonta. Me he equivocado, es aquella cristalinidad gasificada, antídoto contra la leve muerte. Te metes a la cama, me ofreces el vaso, te empujas a mi cuerpo, quieres que te abrace. Lo hago, cumplo con tu capricho. Percibo el aroma. Amigable sudor efecto del desenfreno de las pasiones y del momento. Sudor pasional, no de amor.

Por un instante, pienso en la valquiria que desearía estar abrazando. Aquella dulce fragilidad, ángel mortal, etérea, mar de fuego, inestable estaticidad. Por ti sufro. A ti odio por no estar conmigo.

Finjo amor. Me deprimo. No me odio. Me siento ajeno. Dicotomía alma-cuerpo. Razón-Pasión. Te abrazo, decido olvidar. Suspiras y pretendes dormir. Cierro los ojos. Me evado en el sueño. A ti deseo soñar, y al despertar a ti encontrar. Decir mi odio que causa el amarte. No me escucharás. Me callarás con esos labios sulfurosos, apretándome contra la cama, sentiré tu gélido corazón. Sentiré mayor desprecio, te amaré más.

Cpt. Y. Sparrow

Narraciones de la Mística Urbana


Jueves Nocturno

La noche resplandece con ese extraño aroma a lluvia potencial. Es la noche de jueves. Es increíble que las noches de este día sean tan especiales. En realidad, el jueves es otro día. Pero sus noches gozan de una singularidad azul. No encuentro adjetivo para las noches de jueves, mas que azul. Son noches fuera del tedio de la semana sin caer en la rutina del fin-semanero. Son el limbo de la semana. Mitad terrenales, otra parte celestiales.

Me encuentro excitado. Me aventuro a salir, no me perdonaría perderme este azul. Perdona mis obsesiones, pero hay días, noches en el que uno tiene la opción de cambiar todo su destino. Presiento que este es uno de ellos. Dudo equivocarme.

Salgo con mis amigos. La compañía es lo menos importante en esta noche.

Increíble, sólo yo me he dado cuenta de la mística de este jueves nocturno. Me siento solo entre mis amigos. Quiero estar solo. Me abrazan aquellas alas negras. El beat de la música me ensordece. Estoy solo. Excitado me olvido del tiempo. Me siento azul. Soy Azul.

Decido recobrar la calma. Me acerco a la barra, pido un vodka-tonic con aquella superficialidad e hipocresía que tanto me molesta. Me odio por un instante. La bar-tender es linda, no lo había notado. Me sonríe hipócritamente, lo tenía ganado. Me hace plática por un instante, sé que su interés es nulo y falso, simplemente quiere propina. No la culpo. Haría lo mismo.

Me quedo en mi sitio. En verdad es delicioso el vodka, esa mezcla inmaterial, aderezado de verde, con piedras incrustradas. Sigo excitado.

Tanta gente alrededor. Ninguna vale la pena. Haciendo pláticas insulsas, epidérmicas y sin sentido. Todos hablan, nadie escucha, no importa lo que digan, no dicen más que nada. Me sobresalto por un instante. Frente a mí. En voz alta: Ella es. Silueta perfecta, cabello como el jueves que me embriaga, frágil espalda que grita por mi abrazo, no te he visto el rostro. No es necesario. Lo sé, eres un ángel.

Trillada situación. Acercarme, auto-presentarme. Idioteces. Quiero besarte de la manera más pura, derramar ese sentimiento desconocido, quemar tu lengua, arder en deseo, sabes que lo quiero, pero tú esperas una plática estúpida. No me interesa saber de ti. Posiblemente es mejor que lo imagine. No quiero perder tiempo en pendejadas. Desvanécete en mí. Siente tu sudor en mi rostro, siente tu saliva ardiendo en todos mis labios, tu corazón, aquella máquina sempieterna, golpeará contra mi pecho y descubrirás su utilidad. Tú mirada, frágil y ardiente. Pretendes seguridad, cuando tu cuerpo grita por mí. Lo sé, ahora me miras. Ya me perteneces.

Caminas hacia mí. La música se ha ido, todo sucede en ese clásico slow-motion. Las luces se opacan, irradias mi deseo. Sonríes por un instante. Te alejas. Te has ido.

Sé que soñarás conmigo. Arderás en deseo al evocar mi imagen. Desearás que esté ahí en la mañana, abrazándote mientras finges que duermes. Me encanta que lo hagas. Suspiraras mientras despiertas…
Te tensas por un instante y preguntas inocentemente como dormí. No te respondo, sólo te abrazo más fuerte. Volteas tu cara y me besas. Se pierde tu lengua como en la primera
vez. Te levantas súbitamente. Me haces sufrir, y lo sabes.

Otro día me encontraras y no perderemos el tiempo. Encontraremos más noches tan singulares. Me amarás. Me odiarás. No sé. Tú tampoco. Quieres saberlo. No tengas miedo, tenlo de no encontrarme. No importa el final, tal vez ya lo sepamos. No conoces mi nombre ni yo el tuyo. No pienso en eso.

Regreso con mis amigos. Están borrachos. Desperdiciaron la mística de la noche. Me desilusiono. Muero un poco. Me aburren. Decido irme.

Pido mi coche, respiro la suave noche que me ha acompañado, y ahora agoniza. Prendo un cigarro. Estoy acompañado. Subo al coche, prendo el estéreo y subo el volumen hasta no oír mis pensamientos. No necesito pensar. La velocidad me absorbe, la noche me envuelve, el humo me alimenta. Sigo excitado.

Cpt. Y. Sparrow