lunes, abril 23, 2007

Narraciones de la Mística Urbana XVII


Bluffing

Un partido insípido en la televisión, cervezas en la mesa, Natalie in the radio, una discusión sin sentido sobre la diferencia entre la cerveza Light y la Lager (es evidente la diferencia), y yo sigo perdiendo mi lote. Siempre he pensado que el Texas Hold’em depende más de habilidad, bluff, estadística, reading, que de suerte. Sin embargo, hoy he tenido peor suerte que un judío negro en Auschwitz. Reparten las cartas, Jake de tréboles y de espadas. Tengo un par de mano, doblo el big-blind, todos pagan, abren el flop; 2 de tréboles, Jake de diamantes y un 10 de diamantes. Es una mano segura, decido aventar mi escuálido resto. Dos de mis amigos lo pagan, realmente no era mucho. En el turn un King de espadas y finalmente en el river un inofensivo 3 de diamantes. Siento el derecho del lote, una buena posibilidad para triplicar lo que me quedaba y jugar de manera más suelta. Mis amigos se descubren. Un flush mata toda posibilidad de seguir en el juego. Frustrado y molesto por dentro me levanto de la mesa. Jamás me ha gustado perder, siempre es más divertida la victoria, sobretodo cuando hay dinero en juego. Voy a la cocina con intenciones de embriagarme un poco. El vodka se ha terminado, una botella de ron y otra de scotch son las opciones. Elijo por el ámbar escocés, hielos y solo un poco de ginger-ale. Bebo un poco, después otro más, finalmente se termina. Abro el congelador, saco hielos, sirvo el scotch, ahora menos del sparkling cristalino. A mis espaldas, siento que alguien entra a la cocina. No presto atención, de hacerlo tendría que hacer conversación. Mi trago es muy bueno y tengo flojera de inventar algo. No volteo. Sigo bebiendo de mi vaso y siento dos manos suaves deslizándose por mi cintura. Sigo frío e indiferente, actúo un poco. Doy un trago más fingiendo naturalidad y comienzo a voltear lentamente. Pudo haber sido cualquier otra. Tal vez N. quien estaba en la sala y con quien alguna vez había tenido un pasado. O tal vez S. quien ahora tenía un presente con uno de mis amigos. O posiblemente A. quien nunca ha podido olvidar el modo en que olvidamos la razón y nos perdemos en un bello sensualismo. No, no eras ninguna de ellas, lo cual era aún más excitante – Hola – de manera natural y con aquella sensación de dominio que sabes sólo tienes conmigo. Sabes de mi idiotez y de mi modo errático. Sin decir una palabra sujeto tu cintura y te acerco lo suficiente para que leas mis intenciones. Doy un trago largo a mi agonizante scotch, dejo el vaso de manera metódica en la mesa junto nosotros, subo la mirada en esos grandes y obscuros ojos que tanto me fascinan, mi mano en tu cuello y rostro, me tomo un momento para contemplarte, me pierdo en el negro de tu rimel y en el gloss de tus labios. Sin titubear me acerco a tus labios. Un pequeño beso el cual no es contestado. Es evidente tu sorpresa. Todo dominio anterior ahora me pertenece. Sonrío y vuelvo acercarme. Ahora me besas. Nos besamos. Eres sincera. Intento ternura. Sabemos de lo inevitable de nuestro destino. - ¿y ahora? – preguntas buscando una respuesta inexistente

- ¿Ahora….? Ahora, yo me voy a mi casa -

- ¿Me hablas en la semana? –

- Claro… -

Salgo de la cocina y del departamento de mi amigo. Camino hacia mi casa. No te preocupes L. prometo serte fiel. Prometo acordarme de ti por las mañanas, escribir algunas líneas y jamás enseñártelas, suspirar cuando piense en la forma en que me miras, imaginaré nuestro futuro y haré planes de nuestros viajes, las horas de insomnio serán tuyas, y al besar prometo pensar en ti, sólo en ti y en nadie más. Seré fiel. No te preocupes por mí. Seré fiel.

Cpt. Y. Sparrow

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