jueves, octubre 19, 2006

Narraciones de la Mística Urbana II


Dragón dialéctico

Despierto. Siento el calor quemante en mi cara. Es de día, ignoro la hora, dudo que me importe. La cabeza me recuerda una noche audaz e intensa. Cual flashes, imágenes aparecen como un intento de película inconexa, incoherente pero lógica.

Sigo en la cama. Percibo un aroma familiar aunque ajeno al ambiente. Tengo compañía en la cama. Ahora recuerdo. Julieta se había quedado, no sólo a dormir. Recordar como habíamos llegado hasta este punto era inútil, ya imaginaba lo sucedido. No había sido la primera vez, aunque desearía fuera la última. Exceso de alcohol, coincidencia de tiempo y espacio, recuerdos pasados, cenizas incandescentes. Trillada situación. Volteo hacia ella, pretendiendo cerciorarme de su presencia. Ya está despierta, por largo rato deduzco. Sus negros, grandes ojos están ahí, penetrando los míos buscando señales de arrepentimiento. Escondo mis sentimientos. Ella sabe que miento. No digo nada. – hola…- en tono dulce y frágil arroja sus primeras palabras del día a mi violentado ser. El cuerpo ajeno a mi ser me producen extrañamiento. Estoy frente a ella, estando sin ser. Tampoco yo me entiendo. – ¿cómo estás? – pregunta fácil y cotidiana. Respuesta enigmática y posiblemente errada que me llevará al caos. Con mí fingida frialdad sólo respondo – crudo... –. Es evidente que no era la respuesta esperada. Se levanta con un fingido deseo de agua. La veo levantarse y alejarse. En verdad es bella. Aquél cabello obscuro cual alas nocturnas envolventes de todos mis pensamientos. Te alejas por el pasillo y te observo. Sabes que lo hago. Por eso lo haces. Me pierdo en tu espalda. Mi mirada se posa en el dragón grabado, producto de tus locuras y tus fatuos intentos de rebeldía. A nadie engañas. Conozco aquella fragilidad, cristal fragmentado con anhelos cobrizos. Careces de fuego.

Examino la tinta. Tengo una revelación. En ese mítico dragón, enroscado, con aquel aliento de azufre. Comprendo todo. Aquella dialéctica del amor. Como el todo es la lucha entre sufrimiento y odio, generando amor. No soy pesimista, es mi revelación. Enigmática dialéctica. Ajena a tan terrenales experiencias. Lo siento niña mía, pertenecemos a esta lucha, pero el dragón sólo dejará cenizas. Es culpa mía. Lo sabes. No lo aceptas. Te culpas. No lo hagas. No hay justicia. No debe haberla.

Regresas con agua. No eres tonta. Me he equivocado, es aquella cristalinidad gasificada, antídoto contra la leve muerte. Te metes a la cama, me ofreces el vaso, te empujas a mi cuerpo, quieres que te abrace. Lo hago, cumplo con tu capricho. Percibo el aroma. Amigable sudor efecto del desenfreno de las pasiones y del momento. Sudor pasional, no de amor.

Por un instante, pienso en la valquiria que desearía estar abrazando. Aquella dulce fragilidad, ángel mortal, etérea, mar de fuego, inestable estaticidad. Por ti sufro. A ti odio por no estar conmigo.

Finjo amor. Me deprimo. No me odio. Me siento ajeno. Dicotomía alma-cuerpo. Razón-Pasión. Te abrazo, decido olvidar. Suspiras y pretendes dormir. Cierro los ojos. Me evado en el sueño. A ti deseo soñar, y al despertar a ti encontrar. Decir mi odio que causa el amarte. No me escucharás. Me callarás con esos labios sulfurosos, apretándome contra la cama, sentiré tu gélido corazón. Sentiré mayor desprecio, te amaré más.

Cpt. Y. Sparrow

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